Tom Sawyer en el extranjero by Mark Twain

Tom Sawyer en el extranjero by Mark Twain

autor:Mark Twain [Twain, Mark]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras
editor: ePubLibre
publicado: 1894-04-15T05:00:00+00:00


Cogimos un montón de peces, de los más bonitos que hayáis visto.

También tuvimos algo de fruta para terminar la comida. La cogimos de la copa de un árbol monstruosamente alto. Era un árbol muy delgado, y no tenía una sola rama desde el suelo hasta la copa: desde allí, se abría como un plumero. Era una palmera, claro; cualquiera reconoce una palmera al minuto de verla, por las ilustraciones que hay de ellas. Nos pusimos a buscar cocos en una, pero no encontramos ninguno. En cambio, estaba llena de racimos de cosas que parecían uvas grises demasiado grandes, y Tom dijo que eran dátiles, pues respondían a la descripción que había de ellos en el libro de Las mil y una noches, y en otros más. Claro que podía ser que no fuesen venenosos, pero podía ocurrir que sí; así que esperamos un ratito y observamos si los pájaros los comían. Lo hicieron, así que nosotros también, y estaban buenísimos.

Para entonces surcaban todo el cielo unos pájaros gigantescos: podían verse con los prismáticos, cuando todavía estaban demasiado lejos para verlos a simple vista. La carne muerta era demasiado fresca para despedir cualquier olor, al menos cualquiera que pudiese alcanzar a un pájaro que se encontraba a ocho kilómetros de distancia; así que Tom dijo que los pájaros no podían haber averiguado que allí había carne por el olor, tenían que haberla visto. ¿No os parece que tenían una vista extraordinaria? También nos dijo que, a aquella distancia, un grupo de leones se vería más pequeño que la uña del dedo de una persona, y que no tenía ni idea de cómo habrían hecho para distinguir algo tan chiquito desde tan lejos.

Resultaba muy extraño y antinatural ver cómo los leones se comían a otros leones, y nos pareció que no debían ser parientes. Pero Jim dijo que eso no tenía la menor importancia. Dijo que los cerdos eran aficionados a comerse a sus propios hijos, y que también lo eran las arañas, y que un león podría parecerle un poco carente de escrúpulos, pero tampoco demasiado. Era posible que no se comiera a su propio padre, si es que sabía cuál era, pero que no tendría muchos reparos en comerse a su cuñado si en ese momento tenían un hambre atroz, o quizá también a su suegra, cuando hiciera falta. Sin embargo, las suposiciones no quieren decir nada. Puedes estar haciendo suposiciones hasta el día del Juicio Final, y no llegar a ninguna conclusión. Así que nos dimos por vencidos y lo dejamos.

Generalmente, las noches en el Desierto eran muy tranquilas, pero esta vez teníamos música. Un montón de animales vinieron a cenar: escurridizas fieras que aullaban y que Tom creía que eran chacales, y otras de lomos curvados, que él suponía que eran hienas; todas ellas armando un jaleo infernal con sus furiosos rugidos. A la luz de la luna, formaban un cuadro completamente distinto a los que yo había visto. Subimos rápidamente hasta colocarnos sobre la copa de un



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